supongo que algo comparto con ese otro alguien que anda por ahí y que ya extraño, que es lo relativo en la verdad de las cosas. la capacidad de poner elasticidad a los procesos. de adivinar cierta armonía en lo laxo.
solía pensar que una es más auténtica en cuanto más se parece a lo que soñó de si misma. lo saqué de una película de Almodóvar, en la cual la Agrados, se para en un escenario, a explicarle al público como cambio cada centímetro de su cuerpo.
capaz una puede filosofar en el mismo sentido. desde un lugar similar analogar los procesos y acudir a los clisés para salvar el alma. una mujer es un poco eso que encierran los escritorios de oficinas prolijos, lo delicado, los toques femeninos obvios, lavar las tazas, cierta disciplina de casa de familia que hace de escuela y que nos muestra el atlas-mujer, el deber ser. la república de las señoras bien. otro poco es el miedo, y la conciencia. cierta ansiedad en las entrañas, de por vida. odio. y la energía enorme que despierta lo inconcluso. amor. no morirse con eso. gritarlo. sin conciencia de los lugares del deber. cosas mas hermosas.
por que una es más auténtica en cuanto más se parece a lo que soñó de si misma. pero el camino puede andarse de mil maneras y colores.
podemos, como la Agrados, pararnos en el escenario y explicar como llegamos hasta donde estamos, enumerando cada detalle de transgresión psíquica y física, y como cada cosa llevo a la otra, y la cadena de la vida. o ser más tímidas, y ponernos a escribir a la madrugada en una computadora prestada intentando, mal y pronto, llenar los vacíos y ordenar el cambio, o desordenarlo, pero encontrarle algún sentido.
supongo que al final del día, cuando se cierran las cuentas, una hace lo que puede. con el mundo encima. girando así de rápido, y los escenarios, los desamores, el público y todo el teatro de pie, una hace lo que puede. aunque nadie aplauda. aunque te silben y te tiren tomates o naranjas.